43 años de entrega y dedicación por el Hospital San Juan de Dios

Mi nombre es Ana Herrera, aunque en el hospital todos me conocen como Ana Conde. Llevo 43 años formando parte de esta gran familia Hospitalaria, una historia que se remonta a mi infancia, cuando visitaba la casa de Tenerife junto a mi madre, trabajadora del centro en aquel entonces. En esas tardes después del colegio, nació mi primera conexión afectiva con el hospital.

Mi camino profesional comenzó en 1981, y desde entonces he transitado por diferentes servicios y plantas de hospitalización, hasta llegar a mi puesto actual en el turno de noche del área de medicina interna. En este tiempo, he crecido como profesional y, sobre todo, como persona. El hospital ha sido testigo de mis mejores momentos: mi boda, el nacimiento de mis hijos… me he sentido siempre arropada y apreciada por la Orden y por los Hermanos.

A lo largo de estos años, he conocido a muchísimos compañeros y compañeras y algunos han dejado su huella en mi vida. Aunque algunas personas ya no estén físicamente presentes, los conservo en mi memoria como grandes amigos y amigas

He vivido una gran evolución en el hospital, presenciando cambios en la infraestructura que han sido necesarias y lo han convertido en un centro moderno, sin perder la esencia de San Juan de Dios: el buen trato y la forma tan especial de cuidar a las personas.

Guardo maravillosos recuerdos de los campamentos de verano en Tacoronte, las navidades especiales, el montaje de los belenes, las noches de reyes… y miles de anécdotas. También recuerdo con cariño mis formaciones en Granada y Ciempozuelos, y todas las personas que he conocido a lo largo de este camino.

Es importante seguir avanzando sin perder la base que nos diferencia: el buen trato a las personas. Debemos cuidar tanto a los antiguos profesionales que llevamos tanto tiempo aquí como a los que se van incorporando, creando un ambiente de respeto, cariño y confianza que nos distingue en la forma de trabajar.

Pronto me jubilaré, y con ello recibiré la granada de oro, un orgullo que llevaré siempre conmigo.

Nos vemos por los pasillos, en planta o en otro lugar, siempre con una sonrisa.

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